El blog no ha muerto. Al menos no los bloggeros que no son escritores, como escuché en una serie de televisión. Es que ellos no escriben, bloggean, y critican todo con su refinando sentido de la ironía. Y hoy, de nueva cuenta, empiezo mi entrenamiento para llegar a lo más alto; es decir, ser el irónico más refinado del universo del blog. ¿Por qué vuelvo? Por ejercicio (físico, claro está). Laurita me dijo con sus sabías palabras que si no puedo mantener un blog, no podré mantener muchas cosas en mi vida. Y creo que tiene razón: me lo dice la voz de la experiencia (la suya, claro). Laurita tal vez no tenga un blog, pero es sabia. A ella y a mí nos gustan los gnomos. Tanto Laurita como yo somos solteros y decir que lo somos por “elección propia” no es una mera justificación barata. Somos solteros porque queremos. Algunos preferimos el éxito. Otros, prefieren casarse, tener hijos, engordar, ver la vida pasar y vivir felizmente. Nosotros crecimos con otro “chip”, como dicen las señoras. Laurita me motivó a escribir este blog.
Pero ¿quién soy yo? Soy un trabajador de un periódico que escribe, edita y reportea cosas muy divertidas o muy cultosas, depende del ángulo con que se mire. Al fin de cuentas todo es cultura. Siempre quise escribir para un periódico o una revista. Estudié las finas letras como resistencia a mis padres. Estoy a punto de cumplir los 25. El acuarto de siglo ya me ronda y no puedo hacer nada. Los años no me pesan.
He tomado unas ideas para celebrarlo. La principal, escribir este blog. ¿Qué son 25 años? Hace algunos años me mofaba de mis amigos que cumplían 25, porque se quiera o no, uno tiene que ser más maduro y dejar las cosas divertidas. Sin embargo, yo no soy de esos: no me casaré, no tendré hijos y sólo haré lo que me dé la gana. Aún soy joven. Quien me viera por primera vez no acertaría mi edad: todavía mE piden credencial de elector para comprar cigarros. Y eso que dicen que fumar envejece. A mí me da lo mismo. Llevaré, siempre, mis arrugas con dignidad.